miércoles, 23 de diciembre de 2009

Y de como la Navidad puede tornarse en una fecha complicada, estresante pero muy Feliz al final.


La Navidad, me contaba mi madre allá por 1983, “es la celebración donde se conmemora el nacimiento de Jesucristo y todos somos buenitos y bla bla blá…”, mientras yo, armando el pesebre, me preguntaba a quién se le ocurre nacer al lado de un burro… (Mira si agarraba la madre una infección de aquellas) Desde niño fui muy curiosón, razón por la que mi madre en un afán de calmar mis ansias de saber el porqué de las cosas me inventaba cada historia para que me quede callado… (Me confiesa ahora que siempre denominó a aquellas interrogantes propias como “puritas ganas de joder de este hijo que le dio el Señor”… imagino que “el Señor” era mi viejo)


En fin, ha pasado mucho tiempo desde entonces y las interrogantes continúan sin ninguna respuesta que realmente valga la pena. Ya en un anterior post me preguntaba ciertas cosas que ocurren durante esta celebración, pero hay muchas otras aún sobre el tapete. Justo ayer al llegar de la oficina, cansado, estresado, con unas ganas horrorosas de darme una ducha y tirarme en la cama a no hacer nada, escuché lo que más de un hijo no desearía oír un diciembre cualquiera:

- “Pepe… ¿me acompañas a hacer algunas compras…?

En ese momento maldije con total herejía a todos los santos, vírgenes y demás personajes celestiales. Como es obvio, hice oídos sordos a la pregunta aquella, para de una forma casi magistral, hacerme el gran huevón. Me quedé en silencio en mi habitación, apagando la luz con una sutil delicadeza digna de Súper Agente.

- “No... no te hagas el dormido porqué si no quieres ir, yo voy sola y no me hago problema… total las cosas en la casa siempre las tengo que resolver yo!.. Claro, para eso está la “sirvienta” que siempre les tiene todo listo y preparado mientras ustedes bien gracias… Claro, que les va a importar eso si lo único que les...”
- Ya vieja, allí voy…

- Bueno… te espero abajo.

Bajé con la mejor sonrisita fingida que se me ocurría en aquel instante. Mi madre me miraba de reojo, diciéndome entre murmullos “hazte el loco nomás…” mientras yo, en un acto de reponer de cierta forma la elocuencia y el ambiente navideño, cometí la soberana estupidez de iniciar una conversación con la siguiente pregunta:

- “Esteee.. mamá, ¿a dónde vamos a comprar ah?”

- A Ripley…

- LA PUTAMADRE ¡!

- “Oye que te pasa??”

- No nada… sólo me acordé de algo... nada más…

A ver, les explico para el que no tiene mucha información al respecto.

Ir a Ripley de compras (conocida tienda por departamentos Made in Chile) un día cualquiera es un evento estresante. Familias enteras en fila, señoritas probándose cuanta prenda encuentran en el camino estorbándote el paso, damiselas rociándote perfumes para ver si alguno “te conviene”, cuatro pisos de murmullos, música y ofertas destellantes sin parar.

Ahora, ir en vísperas de Navidad, es un acto digno del infierno. Al menos para mí lo es.
Y es un conjunto de situaciones de las cuales sentir orgullo y emoción estaba muy alejado de la verdad. Una pirámide que va más o menos así:

Ir a Ripley.
Ir a Ripley en diciembre.
Ir a Ripley en diciembre vísperas de Navidad.
Ir a Ripley en diciembre vísperas de Navidad luego de un arduo día de trabajo.
Ir a Ripley en diciembre vísperas de Navidad luego de un arduo día de trabajo CON TU VIEJA !
Es decir, era una condena. Porque mi madre no es de las personas que dicen “ah ok, lo llevo” No, no señores. A mi madre le gusta “comparar”. Por ejemplo: Mi madre quiere comprar unas sandalias: mira las que le gustan, las coge, no sin antes revisarse toooooooooodas las de la tienda (incluidas las de las personas que ya las llevan puestas en su diario andar)

Así que ya se imaginan la cara de excitación que tenía rumbo al bendito local este.

Ya entrando a “Plaza San Miguel” (una suerte de Shopping con mil tienditas, bancos, farmacias, heladerías y todas esos lugarcillos que les gustan a los que no tienen algo mejor que hacer en casa) veo que delante de mí está parado (y muy obeso por cierto) un enorme Papa Noel (en pijamas, porque era la primera vez que veía al viejito este con traje a rayas… o se habría escapado de la cárcel por violar un reno, no lo sé…) junto a una supuesta “duendecita” (que era un hecho que había salido de alguna película porno de los 80’s) pues su minúscula faldilla hacía que mi imaginación no tuviera mucho trabajo en aquel momento.

- “Pepe, mira a ese Papa Noel…”, dice mi madre sonriendo

- “Si mamá, ya lo vi… no le des mucha pelota porque si no…”

- “Hola Papa Noel…!!”, exclama mi madre

Acto seguido, el individuo este se acerca y con toda la sinvergüenzada del mundo (léase concha) me da la mano A MI!!! .. o sea, en ese momento yo era un NIÑO DE 5 AÑOS!!!! MALDITA SEA!!!! (y mientras lo hacía, exclamaba sonoros y ruidosos “JO JO JO” para que las viejas y chicas alrededor me vean con ojitos te “burlona ternura”)

- “Ya estas contenta mamá…?!???”

- “Ja ja, pero porque tanta vergüenza por Dios…”

- “Mamá, Lo que menos quería hacer hoy es salir de mi cama para que un viejo pelotudo con cara de pedófilo me diera la mano, te cuento…”

Y el Papa Noelín escuchó mi cariñoso comentario, pues acto seguido me miro con una cara de “a la salida nos vemos desgraciado” y sus Jo Jo Jo eran como que mas pausados…Que importa, seguí caminando cuando escucho de mi progenitora:

- “Pepe mira, que graciosos esos caballitos... no quieres subirte?? Jaja “

- “Mamá no quieres comprarme un globito mejor…?”

- “Que poco sentido del humor mijito, ah?”

- “Dale mamá… hagamos las compras de una vez…”

- “Ah o sea... EL SEÑOR ESTA APURADO !”

- “No estoy apurado mamá, sino que hay mucha gente y tu sabes que soy medio enoclofóbico…”

- “Eres que…????”

- “Enoclofóbico..”

- “…y eso es miedo a qué?”

- “A los renos mamá… a los renos de Navidad más aun…”

- “…no era a las multitudes ? ... ah estas chistosito…”

Al fin entramos a la dichosa tienda Ripley. Diez mil personas, todas apuradas. Demás contarles que me sentí el Grinch con ganas de destrozar todo apenas entré… y maldije a los arbolitos, renos, vacas, burros, pastorcitos y reyes magos… Como les conté, mi madre se puso a recorrer el local y a ver el precio de TODO! Le propuse dar una vueltita por ahí mientras ella entraba en la sección “Viejas con hijos obligados”. Me paré al lado del probador como quien se esconde un poco, para darme cuenta que era el de damas, cuando una vieja cerro su cortina no sin antes darme una mirada como diciéndome mentalmente “Sátiro degenerado”. Es un hecho que lo último que necesitaba en el día era ver las carnes rollizas y con mucho uso de aquella señora. Di media vuelta a buscar a mi madre.

Acoto…:

¿Se han dado cuenta que gran parte de los vendedores de estas tiendas son medio “delicados”?
- “No te gusta esta camisa Pepe? Esta a buen precio… mira…”, me pregunta mi madre

- “Mamá esa camisa parece de un Hawáiano de los 70s…”

Para ser interrumpidos por el mozalbete este quien exclamó:

- “Pero “amigo”, la verdad estas camisas son lo último en moda…”

- “Ves Pepe, el chico sabe… y es como de tu edad, no es cierto joven?”

- “Debe ser señora, mi nombre es Jhonny y tengo 30 años…”

(Hago un paréntesis para contarles que según su pronunciación era “Shoony”, vestía una pegada camisita remangadita y unos bigotitos bien, bien putones)

- “Ah mi hijo tiene 33… “

- “Mamá, no quieres que lo invite a salir mejor y así te doy la sorpresa de traerte un novio nuevo en Navidad?”, murmuré a su oído.

- “Ay hoy estas..!?!?”

Fueron casi 3 horas de tortura infernal. Subí y bajé escaleras. Di círculos, me choqué con todo el mundo, dije la palabra “permiso” unas 300 veces (palabra que dicho sea de paso, de muy poco uso en estos lares), escuché conversaciones de mi madre con amigas de la infancia, y boté sin querer media docena de zapatos con el codo…

Al fin terminó el martirio y ya, camino a casa, pensaba ¿Por qué a todo el mundo se le ocurre comprar cosas caras para navidad? ¿Acaso en sus pesebres navideños ven a los pastorcitos con unos jeans Fiorucci? ¿O la sotana de San José es Giorgio Armani? Es más el mismísimo infiltrado aquel de Papa Noel usa el mismo posiblemente asqueroso traje rojo hace años… ¿A quién se le ocurrió aquello?

¿Porqué en Navidad todo es rojo y verde? ¿Acaso donde nació Jesucristo no era un desierto color sepia donde no crecía ni una uva?

¿Por qué año tras año las madres nos piden a nosotros los hijos que las acompañemos si saben que sólo servimos para estar a su lado con la mejor cara de culo?

En fin, no lo sé y nunca lo sabré la verdad.

Pero si algo sé, es que después de años, estaré en estas Fiestas con mi familia.
Y nuevamente ellos recordarán cuanto me estresan estas fechas, cuanto me molesta el chocolatito caliente en verano y cuanto renegaremos en la cena Navideña… pero esta vez: juntos.
Ah, por cierto, en dos días llega Soledad a Lima.

Así que no es complicado olvidarse de lo que me disgusta y esbozar en mi cara una gran sonrisota… una muy duradera.

… y desearles, para todas aquellas personas que si lo disfrutan, unas Feliz Navidad, y un Nuevo Año llenito de expectativas por cumplir y deseos por realizar.

Muy, muy, muy de corazón.
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